.

.

No soy el unico loco:

martes, 30 de marzo de 2021

LA PEOR DE LAS INCAPACIDADES

Hoy llego a la conclusión de que no importa qué título tengamos, a dónde hayamos llegado, lo mucho o poco que tengamos, todos los viajes que hayamos hecho, los idiomas diferentes que podamos hablar, la personalidad que tengamos, más o menos extrovertida; lo que sí importa, lo que sí hace la diferencia es nuestra capacidad de amar.

Poco amor hay en el mundo. Y no hablo del amor banal y efervescente, sino del que es resistente y duradero.

Pocos hay que aman aun cuando duele, los que aman sin envidia, sin exageración, los que aman y renuncian a lo indebido. Los que aman de forma tal que cuidan y respetan. Los que aman sin buscar su propia conveniencia. Los que aman con integridad, sin mentiras. Los que aman para siempre. Porque un sentimiento que desaparece en realidad nunca existió.

 

La peor de todas las incapacidades, más que cualquier discapacidad física, más que cualquier discapacidad intelectual, es la incapacidad de amar.

jueves, 7 de enero de 2021

INDIVIDUO VS MASA

No es una novedad el hecho de que me siento privado de mis libertades individuales desde mi ingreso al sistema de residencias médicas. La única libertad que tengo es la de renunciar, el resto de derechos no existe. Uno no tiene permitido siquiera organizar su mes con anticipación. Qué difícil me resulta entender la dinámica de un grupo y sus códigos, y sobre todo a mí que siempre decidí mi vida en función de mí mismo, sin ataduras sociales.

 

Después de trés años completos de residencia puedo notar con sorpresa que el grupo (o la masa) manifiesta una clara personalidad. Es decir, cada individuo por sí mismo es querible, entendible y abordable a la hora de conversar; pero a la hora de hablar del grupo en su conjunto, las características que daría serían: ventajero, obsecuente, holgazán, cizañero y poco indulgente. Me llama poderosamente la atención cómo es que un grupo compuesto por personas que no poseen tales características, al juntarse en masa las adquieran.

 

Así es como entendí que no puedo ser en la masa lo que soy en mi individualidad. Entendí que mi filosofía de no recurrir a la queja, de mantener el buen humor como una constante, de tener ganas inagotables de trabajar, la buena predisposición permanente, de siempre poder y cada vez poder más, de estar lleno de “síes”, de no importarme por los roles sino “tomar la pala” indistintamente, de centrarme en lo positivo, de sobreponerme a la adversidad, la actitud de resiliencia, el estado mental de siempre probar mis límites y exigirme más; todas esas cualidades que considero excelentísimas se convierten en auto destructivas cuando entro a la dinámica grupal. La realidad es que dentro de un grupo laboral, el que más se queja mejor la pasa, el que menos ganas tiene de trabajar es el que obtiene la misma remuneración que el resto por el mínimo esfuerzo, el más malgeniado y verticalista es el menos consultado por sus colegas y por lo tanto menos sobrecargado de trabajo, el que nunca puede es justamente el que menos favores le hace a los demás, y lo cierto es que al menos laburador más se lo tiene que ayudar. Y por lo contrario, al que siempre está dispuesto a ayudar menos se le valora el esfuerzo, al que puede mucho y es menos problemático menos se lo asiste, al más trabajador menos se lo remunera en función de su esfuerzo. Esa es la realidad laboral de los grupos de trabajo.

 

Recuerdo que cuando estudiaba en la facultad me causó una conmoción importante el darme cuenta de que los adultos también sentían miedo. Veía como las autoridades de la facultad le temían a una profesora muy prestigiosa y severa. Ahora en mi vida laboral, en el hospital, me provocó una conmoción similar el entender que los adultos también se cansan; la gente que tienen alrededor logra cansarlos.

 

Hace poco empecé a ver el juego de personajes que implica mi yo individual en contraposición a un nuevo yo, el yo grupal. Hace años vengo aprendiendo en las clases de teatro que cada uno tiene muchas máscaras, por ejemplo: la máscara profesional, la máscara familiar, la máscara que una usa con sus amigos, etcétera. Entonces hace no mucho tiempo entendí que necesitaba imperiosamente, por una cuestión de salud mental, una máscara para usar dentro del grupo.

Siempre estoy en guerra contra la masa y esa es mi lucha individual constante. Pero a la hora de pensar en mi nueva máscara, mi máscara grupal, necesito imprimirle ciertas características “bajas” (digo bajas porque había logrado erradicarlas de mi personalidad gracias a terapia psicológica). Características retrógradas que van en pos de la involución. Esta máscara debe quejarse, debe ser menos predispuesta, debe tener el no fácil y el sí difícil, debe ser más serio y sonreír menos, debe poner límites constantemente, debe hablar bruscamente y por momentos elevando el volumen. Debe tener características que no me caracterizan. Yo no soy así pero la masa lo exige; la masa, aquel ente que todo lo corrompe, que todo lo percute. No quiero ser así pero como un mecanismo de defensa y de auto protección necesito parecerme a esa máscara, aunque sea intentándolo desde lo lúdico de la actuación. No me gusta esa máscara pero es la única forma de evitar el abuso y el atropello. De todos modos todavía no logro apropiarme de ella.

 

Claro que no es una victoria de la masa, sino más bien una licencia de lo individual. Aunque siento que en algún punto se ve dañada la integridad. ¿Dónde quedan los ideales? ¿Dónde queda la merito? ¿Dónde queda la superación y el esfuerzo? En lo individual. Si bien los principios no se quebrantan en ningún ámbito, los valores e ideales queda demostrado que sí, se cansan, se agotan.

lunes, 16 de noviembre de 2020

“QUE NO TE AFECTE”

Hay un pensamiento “zen” que últimamente me está molestando y mucho. La frase “que no te afecte” dicha como parámetro de límite en pos de la salud mental. La idea de que uno siempre tiene que estar en paz con todos y con todo, aun cuando los demás o las situaciones son desfavorables o atentan contra uno mismo. Aceptando como válida la premisa de que si simulo bienestar se elimina o se previene toda la catarata química de malestar corriendo por las venas de uno mismo.

Lo cierto es que necesitamos gente que se deje afectar por la actividad que desempeña porque es la única manera de que genere cambios y soluciones.

Si tenemos un presidente, economistas, diputados, intendentes, o directores que no se dejan afectar por su rol qué tipo de compromiso podemos esperar. Preferiría no vivir en un país así, habitado por tibios que viven “equilibrados”. O en el campo de los profesionales, ¿qué se pretende? Profesionales “zen” que vivan como si todo estuviese bien, que no se atrevan a mantenerse firmes y luchar por una causa para no generar roses ni conflictos, que no se lleven los problemas a la casa para que no les repercuta en su vida personal. ¿Qué tipo de profesionales serían? ¿Qué tipo de sociedad está creando la filosofía esta de “no te lleves los problemas a tu casa”, “esto es un trabajo, tenés que aprender a aceptarlo y que no te afecte”?

Si la vida, si los problemas no te transforman, no te cambian, no te mejoran, no te moldean, sinceramente no entiendo cuál es el objetivo.

Por supuesto que uno debe elegir sus batallas, pero siempre teniendo en cuenta que hay principios inquebrantables. En paralelo tiene que haber interés personal en mejorar y sobre todo en aquellos que se desempeñan en un puesto de servicio o de liderazgo; indefectiblemente tiene que haber interés en una evolución grupal.

Noticia para las masas: la evolución duele, la evolución cuesta, la evolución se hace en base al esfuerzo. Ningún cambio favorable en el mundo se ha logrado gracias a gente que no se involucra, que no se dejó afectar por la adversidad del sistema y las masas. No por nada pasión tiene más que ver con dolor que con paz.

Dirigentes apasionados, líderes apasionados, profesionales apasionados. Gente involucrada que lleve su vocación de servicio con vehemencia. Eso falta.

viernes, 30 de octubre de 2020

“LA GENTE ES ASÍ, BIENVENIDO AL MUNDO”

Así me dijo un compañero intentando justificar su accionar.

Hay cosas que nunca voy a entender, porque es evidente que yo no soy “gente”, soy individuo. Y como individuo nunca pienso como masa ni pretendo el respaldo de la mayoría ni abogo por su dictadura numérica.

¿Cuál es el poder de la mayoría? La presión de grupo que te chantajea implícitamente de forma continua, eso es represión y censura de la más vil y cotidiana, legal y socialmente correcta. La masa contra el individuo. El ejército de obsecuentes a la mayoría contra el libre e independiente.

La masa te animaliza y te aleja de lo humano, de los valores, de la verdad. Solo basta con ver la sociedad y cómo cada día más, cada sistema humano; el político, el económico, todo sistema público y privado, el sistema de salud, todo sistema humano; se rige por la ley de la selva donde gana el que grita más fuerte, donde llega al poder el que tiene mayor viveza y vive con más estrategia, donde para no ser matado se te obliga a matar y a pisar cabezas.

La masa es un monstruo equivocado que indefectiblemente termina corrompiéndolo todo.

Somos pocos los individuos y sobreabunda la masa. ¡Despierten!


ME DI CUENTA DE QUE HAY 3 COSAS QUE ME GENERAN MALESTAR: LA QUEJA CONSTANTE, LA MURMURACIÓN, Y LA FALTA DE INTEGRIDAD EN LAS PERSONAS, LOS QUE TIENEN DOBLE CARA O DISCURSO. ASÍ TAMBIÉN ME DI CUENTA DE QUE ME HACE MUCHO RUIDO EN LA CABEZA AQUELLOS QUE SON INCAPACES DE VALORAR LO QUE RECIBEN, AQUELLOS QUE TERGIVERSAN Y DISTORCIONAN INTENCIONES BUENAS Y SINCERAS Y AQUELLOS QUE NO SE LA JUEGAN.

martes, 12 de mayo de 2020

NO SABEMOS CUIDAR


Inevitablemente al formar parte del “gremio” médico y del sistema de salud no puedo evitar el ojo de lupa sobre mi gente. No puedo evitar compararme constantemente en busca de diferencias y similitudes. Rara vez experimenté el sentimiento de pertenencia hacia alguien o hacia un grupo; sinceramente me cuesta mucho pensar en función de un colectivo y renunciar a mi individualidad. Tal vez sea una cuestión de egoísmo o tal vez de libertad. En fin, algo que vengo identificando frecuentemente, como un patrón, es que los médicos, de forma paradójica, no saben cuidar.
Más allá del acto médico, refiriéndome a lo cotidiano del trato entre pares, los médicos no apreciamos lo que tenemos y por consecuencia no lo cuidamos. No miramos con amor a nuestro par, no opinamos con el fin de construir, no nos sobreponemos a situaciones que son irrelevantes, no ayudamos al caído, no cubrimos el error ajeno, no defendemos.
Somos un pueblo que no sabe valorar lo que tiene y lo que sí sabe hacer muy bien es murmurar, ser rápidos en el mal pensar y proyectar en los demás características negativas. Qué difícil ser cabeza de un pueblo así, qué difícil debe ser liderar a gente totalmente cauterizada a todo lo bueno que hagas.

Claro que la dinámica cambia cuando alguien externo critica a un par. En ese momento nos inunda el sentimiento de hermandad y entonces defendemos y cubrimos sin siquiera saber lo particular del caso. Aplaudo ese gesto, me parece loable; pero me gustaría que contagiara los vínculos dentro del gremio.

Seguramente esto pasa en todos los gremios o grupos sociales, en mi caso opino sobre lo que me toca vivir. Personalmente intento el ejercicio de cuidar, proteger, perdonar, no sobredimensionar ni exagerar errores ajenos, no divulgar, no echar en cara, no murmurar, defender… ser fiel a lo que pienso y siento e intentar actuar en consecuencia frente a quien sea.
Vivir en una selva puede ser muy confuso. En la selva, como en la guerra, no está clara la ley moral y entonces pecaría de ingenuo o estúpido si viviese sin estrategias, sin doble discurso o sin doble cara, sin garras y colmillos. El sistema poco a poco te obliga en pequeñas cuotas a formar parte de esa forma de proceder.

Me pregunto ¿cuánto tiempo puede un ser humano mantenerse digno formando parte de un sistema que intenta corromperlo?