Inevitablemente
al formar parte del “gremio” médico y del sistema de salud no puedo evitar el
ojo de lupa sobre mi gente. No puedo evitar compararme constantemente en busca
de diferencias y similitudes. Rara vez experimenté el sentimiento de
pertenencia hacia alguien o hacia un grupo; sinceramente me cuesta mucho pensar
en función de un colectivo y renunciar a mi individualidad. Tal vez sea una cuestión
de egoísmo o tal vez de libertad. En fin, algo que vengo identificando
frecuentemente, como un patrón, es que los médicos, de forma paradójica, no
saben cuidar.
Más
allá del acto médico, refiriéndome a lo cotidiano del trato entre pares, los
médicos no apreciamos lo que tenemos y por consecuencia no lo cuidamos. No
miramos con amor a nuestro par, no opinamos con el fin de construir, no nos
sobreponemos a situaciones que son irrelevantes, no ayudamos al caído, no
cubrimos el error ajeno, no defendemos.
Somos
un pueblo que no sabe valorar lo que tiene y lo que sí sabe hacer muy bien es
murmurar, ser rápidos en el mal pensar y proyectar en los demás características
negativas. Qué difícil ser cabeza de un pueblo así, qué difícil debe ser
liderar a gente totalmente cauterizada a todo lo bueno que hagas.
Claro
que la dinámica cambia cuando alguien externo critica a un par. En ese momento nos
inunda el sentimiento de hermandad y entonces defendemos y cubrimos sin
siquiera saber lo particular del caso. Aplaudo ese gesto, me parece loable;
pero me gustaría que contagiara los vínculos dentro del gremio.
Seguramente
esto pasa en todos los gremios o grupos sociales, en mi caso opino sobre lo que
me toca vivir. Personalmente intento el ejercicio de cuidar, proteger,
perdonar, no sobredimensionar ni exagerar errores ajenos, no divulgar, no echar
en cara, no murmurar, defender… ser fiel a lo que pienso y siento e intentar
actuar en consecuencia frente a quien sea.
Vivir
en una selva puede ser muy confuso. En la selva, como en la guerra, no está
clara la ley moral y entonces pecaría de ingenuo o estúpido si viviese sin
estrategias, sin doble discurso o sin doble cara, sin garras y colmillos. El
sistema poco a poco te obliga en pequeñas cuotas a formar parte de esa forma de
proceder.
Me
pregunto ¿cuánto tiempo puede un ser humano mantenerse digno formando parte de
un sistema que intenta corromperlo?
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