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No soy el unico loco:

jueves, 7 de enero de 2021

INDIVIDUO VS MASA

No es una novedad el hecho de que me siento privado de mis libertades individuales desde mi ingreso al sistema de residencias médicas. La única libertad que tengo es la de renunciar, el resto de derechos no existe. Uno no tiene permitido siquiera organizar su mes con anticipación. Qué difícil me resulta entender la dinámica de un grupo y sus códigos, y sobre todo a mí que siempre decidí mi vida en función de mí mismo, sin ataduras sociales.

 

Después de trés años completos de residencia puedo notar con sorpresa que el grupo (o la masa) manifiesta una clara personalidad. Es decir, cada individuo por sí mismo es querible, entendible y abordable a la hora de conversar; pero a la hora de hablar del grupo en su conjunto, las características que daría serían: ventajero, obsecuente, holgazán, cizañero y poco indulgente. Me llama poderosamente la atención cómo es que un grupo compuesto por personas que no poseen tales características, al juntarse en masa las adquieran.

 

Así es como entendí que no puedo ser en la masa lo que soy en mi individualidad. Entendí que mi filosofía de no recurrir a la queja, de mantener el buen humor como una constante, de tener ganas inagotables de trabajar, la buena predisposición permanente, de siempre poder y cada vez poder más, de estar lleno de “síes”, de no importarme por los roles sino “tomar la pala” indistintamente, de centrarme en lo positivo, de sobreponerme a la adversidad, la actitud de resiliencia, el estado mental de siempre probar mis límites y exigirme más; todas esas cualidades que considero excelentísimas se convierten en auto destructivas cuando entro a la dinámica grupal. La realidad es que dentro de un grupo laboral, el que más se queja mejor la pasa, el que menos ganas tiene de trabajar es el que obtiene la misma remuneración que el resto por el mínimo esfuerzo, el más malgeniado y verticalista es el menos consultado por sus colegas y por lo tanto menos sobrecargado de trabajo, el que nunca puede es justamente el que menos favores le hace a los demás, y lo cierto es que al menos laburador más se lo tiene que ayudar. Y por lo contrario, al que siempre está dispuesto a ayudar menos se le valora el esfuerzo, al que puede mucho y es menos problemático menos se lo asiste, al más trabajador menos se lo remunera en función de su esfuerzo. Esa es la realidad laboral de los grupos de trabajo.

 

Recuerdo que cuando estudiaba en la facultad me causó una conmoción importante el darme cuenta de que los adultos también sentían miedo. Veía como las autoridades de la facultad le temían a una profesora muy prestigiosa y severa. Ahora en mi vida laboral, en el hospital, me provocó una conmoción similar el entender que los adultos también se cansan; la gente que tienen alrededor logra cansarlos.

 

Hace poco empecé a ver el juego de personajes que implica mi yo individual en contraposición a un nuevo yo, el yo grupal. Hace años vengo aprendiendo en las clases de teatro que cada uno tiene muchas máscaras, por ejemplo: la máscara profesional, la máscara familiar, la máscara que una usa con sus amigos, etcétera. Entonces hace no mucho tiempo entendí que necesitaba imperiosamente, por una cuestión de salud mental, una máscara para usar dentro del grupo.

Siempre estoy en guerra contra la masa y esa es mi lucha individual constante. Pero a la hora de pensar en mi nueva máscara, mi máscara grupal, necesito imprimirle ciertas características “bajas” (digo bajas porque había logrado erradicarlas de mi personalidad gracias a terapia psicológica). Características retrógradas que van en pos de la involución. Esta máscara debe quejarse, debe ser menos predispuesta, debe tener el no fácil y el sí difícil, debe ser más serio y sonreír menos, debe poner límites constantemente, debe hablar bruscamente y por momentos elevando el volumen. Debe tener características que no me caracterizan. Yo no soy así pero la masa lo exige; la masa, aquel ente que todo lo corrompe, que todo lo percute. No quiero ser así pero como un mecanismo de defensa y de auto protección necesito parecerme a esa máscara, aunque sea intentándolo desde lo lúdico de la actuación. No me gusta esa máscara pero es la única forma de evitar el abuso y el atropello. De todos modos todavía no logro apropiarme de ella.

 

Claro que no es una victoria de la masa, sino más bien una licencia de lo individual. Aunque siento que en algún punto se ve dañada la integridad. ¿Dónde quedan los ideales? ¿Dónde queda la merito? ¿Dónde queda la superación y el esfuerzo? En lo individual. Si bien los principios no se quebrantan en ningún ámbito, los valores e ideales queda demostrado que sí, se cansan, se agotan.