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No soy el unico loco:

sábado, 19 de junio de 2010

DIPLOMACIA

La diplomacia debería ser la forma de proceder mundial a la hora de interactuar con los demás, un idioma de respeto por los derechos individuales y aceptación de las diferencias. Así se desencadenarían óptimas relaciones interpersonales en paz y armonía.


Entiendo por diplomacia al arte de exponer el propio punto de vista con coherencia, desde la perspectiva de dar a conocer y no la de imponer mi visión, desde el privilegio de enseñar pero sin olvidar la oportunidad de aprender y con la suficiente humildad de criterio para adoptar conceptos nuevos y acomodar mi juicio a uno cada vez más amplio y firme y menos áspero para con el de los demás.


Si bien los pensamientos pueden coincidir, nominarse y hasta ubicarse dentro de corrientes, nadie piensa exactamente igual que otra persona. Cada uno como ser único e irrepetible tiene una forma distinta de pensar lo cual provoca grandes choques ideológicos, culturales y sociales conflictivos o no dependiendo de la aplicación de la diplomacia.

Como defensor de la individualidad estoy a favor de la diversidad de pensamientos ya que permite el enriquecimiento mutuo (siempre y cuando ambas partes sean receptivas).

Debiéramos practicar la diplomacia diariamente para que valla uniéndose a nustra forma natural de ser. Ceder y no tirar con violencia, aceptar y no discriminar, estar en paz y no en guerra son cuestiones que deberían caracterizarnos. Nadie tiene la verdad absoluta y por lo tanto todos son dignos de ser escuchados y amablemente ser sometido al propio sistema de criterio para evaluar la coherencia del razonamiento y así adoptar o no un nuevo concepto.

Partiendo de la base que todos poseen fundamentos para pensar de una determinada manera, uno puede concluir que el pensamiento se encuentra armado en base a vivencias, saberes y demás; los cuales pueden ser puros o no (puro: aquello visto sin ningún tipo de sesgo). Cada sistema personal de evaluación debería entrenarse para ver que estos sucesos sean puros o no y así validar o refutar el concepto valorado.

El fundamento de la diplomacia es encarar con el esquema propio al entrante y así buscar cosas en común para construir uno coherentemente mejorado, más amplio y firme. Esto implica la humildad de estar abierto a nuevos criterios y, si lo ameritan, auto someterse a cambios para mejorarlos.

Creo que es básico marcar la diferencia entre el intercambio de ideas para convencer (discusión invasiva) y el intercambio de ideas para conocer y aceptar; lo que no significa entender ni aprobar. Así, como nadie tiene la verdad absoluta, nadie se puede privar de seguir fortaleciendo y evolucionando en su forma de pensamiento y de hacer limpieza de opiniones de vez en cuando. Nadie puede perderse de la oportunidad de ampliar sus horizontes para auto enriquecerse.

Hoy, en el siglo XXI, las diferencias dejaron de verse (o al menos en las personas que pertenecen a este siglo y no en extraviados del siglo anterior) como características de exclusión y discriminación para verse como formas curiosas de ser y así constituirdiferencias que identifican.

Nadie tiene el derecho ni justificativo de enojarse con otra persona y llegar a agraviarla por su forma de pensar sino que tiene derecho a estar dispuesto a razonar junto a ella para, adoptando o no la postura opuesta, aceptar lo diferente y adquirir la flexibilidad suficiente para poder llevarse bien sin tocar los puntos críticos en los cuales se provocan contrastes.

La diplomacia nada tiene que ver con no exponer el propio punto de vista sino que implica exponerlo sin violencia, discutiendo con altura, aceptando que no poseo la verdad absoluta y que otra persona puede pensar distinto o estar en desacuerdo y que esa diferencia no necesariamente debe tocar el campo de los afectos. Así puedo querer a una persona y aceptarla sin necesidad de coincidir con todo lo que piensa.

Alguien es amigo cuando acepta pero también razona con las diferencias del otro.

¿Qué ocurre cuando basado en mi sistema de evaluación reafirmo mi manera de pensar y decido no elegir la nueva? Obviamente esto es algo que pasa y no apela a la discusión violenta. Decido no elegir esta postura jamás cerrando la puerta y estando atento a posibles cambios externos lo cual me permite disfrutar de buenos momentos con aquellas personas con las que no coincido; y así elimino cualquier posibilidad de ser lastimado. Todo esto amerita el valor requerido para exponer mi punto de vista y el honor que implica el cambiar o no cambiar pero aceptar lo discrepancia.

En última instancia todos tenemos derecho a pensar distinto. Todas las realidades son parte de la realidad total y así yo decido elegir la mía, cambiarla, elegir otra o elegir la mía considerando la de los demás. Esto implica que independientemente de mí forma de pensar y mí realidad hay otras que no son menos o más válidas que la mía. Lo que si hay son criterios más amplios y flexibles que otros y algunos que son más cerrados. Y esto sí es digno de señalar y tratar de cambiar en nosotros mismos.

Debemos adquirir sabia flexibilidad para evitar peleas innecesarias y poner paños fríos a situaciones tensas. Sabiduría que no busca buscar adeptos sino que está abierta por medio de la curiosidad a ver a los demás no desde el papel de juez sino desde el papel de par. Todos somos humanos y tenemos que aceptar que somos distintos y originales.

No critiques violentamente la originalidad o las diferencias identificativas de los demás porque únicamente son nuevas e innovadoras o porque van en contra de tu pensamiento.

Nunca dejes de ser diferentes y conocer las diferencias especiales de los demás. La magia del ser está en lo que nos diferencia más que en lo que nos une, en lo que me identifica como distintos más que en lo que nos congrega en el pertenecer.

Aceptemos esos detalles que nos ofrecen día a día la posibilidad de experimentar o considerar cosas nuevas sin dejar de ser nosotros mismos. Y tratemos de aliar a nuestra flexibilidad mental, la suficiente diplomacia para relajar nuestras diferencias y estar preparados de la mejor manera a los improvistos diarios que pueden desencadenar o no momentos conflictivos.