AGOSTO/22
Están siendo años difíciles. El ciclo pasado fue de trabajo arduo junto a 4 jefes de residentes, con quienes reconstruimos una estructura sólida tanto académica como de contención para los residentes.
Toda estructura necesita de inversión para su mantención. Si
uno no invierte “el barco se hunde”. Para que una residencia funcione se
necesita de personas que inviertan años de su vida en ese proyecto.
Lamentablemente lo que escasea es el deseo de compromiso y profesionales
altruistas. El hedonismo predominante nubla la virtud del esfuerzo, del “hacer
carrera”, del sacrificio y su consiguiente sentimiento de realización personal.
Pareciera que los profesionales solo se centran en lo negativo y eso
inevitablemente decolora la belleza de la profesión y también de la vida
hospitalario. Tristemente todo aquello que no causa bienestar instantáneo es
menospreciado. Con mucha preocupación veo que la salud argentina está en
crisis.
El conflicto de base es moral. Una audaz minoría intenta
sostener y elevar los estándares. Pero incluso ellos se cansan. La corrupción
que contamina nuestro país también contamina nuestra profesión.
Cada vez menos médicos eligen las residencias médicas, y
sobre todo las residencias clínicas, como sistema para continuar su formación.
Cada vez menos pediatras eligen el sistema público para servir y hacer carrera.
La sociedad médica actual mayoritariamente busca el beneficio personal con el
menor sacrificio posible sin dejarse afectar por variables nobles como lo son:
el bienestar del prójimo, la formación académica, la calidad de atención. Nunca
se nos inculca el sentido de gratitud para con el país. Gratitud por la
formación recibida, gratitud por el ser útil hacia un otro. Tenemos derecho a
la educación, pero no la obligación de retribuir con servicio. A la vista están
los resultados.
Luego de un año de gestión he perdido gran parte del
optimismo con el cual comencé el mismo. Inicié creyendo que con compromiso
individual y con estrategias creativas el sistema podría cambiar y mejorar.
Ahora entiendo que el sistema no depende de una sola persona. Uno puede cambiar
su mundo individual, en el mejor de los casos puede mejorar desde lo micro el
campo laboral que está por debajo de su propia jerarquía; pero nunca el sistema
entero.
Toda la vida fui un luchador y un gran resiliente. Me
considero un defensor de la libertad individual con todo lo que implica y
siento como enemigo personal el concepto de “mayoría”, el pensamiento de masa y
el moverse en grupo. Soy un fiel defensor del individualismo. Pese a esto
decidí aventurarme primero a la realización de una residencia médica y luego en
el proyecto del año de jefatura. No me sorprendió volver a reafirmar mis
principios basales. Paradójicamente tampoco me sorprende mi deseo de renovar mi
compromiso con este proyecto aún más ambicioso. Entiendo que un año de gestión
no fue suficiente y que los cambios se hacen posibles únicamente cuando uno se
involucra en la gestión, no en las charlas de café con panel de opinólogos.
Este compromiso que siento implica cuidar todo aquello que mi
jefatura primera construyó. Uno elige la profesión médica porque entiende que
significa cuidar y acompañar. No elige la profesión porque desea dinero y fama o
por necesidad de poder. En esta oportunidad mi deseo es cuidar lo construido y
acompañar a los residentes un año más. Ante la gran necesidad de médicos
pediatras que asuman la jefatura, me postulo como candidato. Sabiendo que esto
implica posponer un año más el inicio de mi vida profesional fuera de la
residencia. Sabiendo que un solo jefe no puede más que paliar el deterioro.
Me considero parte de la resistencia moral y ética de nuestra
profesión. Aquella resistencia que pretende la utopía, que trabaja por subir
los estándares y “cuidar lo propio”. Soy realista también. Un trabajo de
semejante envergadura, ser jefe de 50 médicos residentes es trabajo de 5
personas. Asumir el compromiso siendo uno solo será muy difícil. Tengo claros
mis objetivos y mi límite, mi salud mental.
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