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No soy el unico loco:

lunes, 9 de agosto de 2010

ESTABILIDAD ANÍMICA

El estado de ánimo es una característica temporal que depende tanto de variables internas como externas. Las primeras son modificadas por las externas y tienen el poder de modular la respuesta efectora final. Si bien hay situaciones que no pueden ser evitadas, sí se puede tener control sobre nuestra respuesta conductual; y este control se hace imprescindible en situaciones límites que ameritan la utilización de todo nuestro potencial y buen juicio.




Es importante para lograr la madurez integral el adquirir estabilidad anímica que defino como el alcanzar independencia de todo lo exterior en lo cual no tengo control alguno. Y así cada día internalizar más la idea de emociones puras y no provocadas por factores pasajeros; emociones racionales y no temperamentales, emociones humanas y no animales.

Más allá de que una situación provoque en nosotros diferentes emociones (enojo, tristeza, excitación, etc.), está en nosotros el poder de no ser eco destructor de estos desórdenes que afectan nuestro ánimo y así poder proceder de una forma útil a lo exterior.

En situaciones límite lo peor que podemos hacer es dejarnos influenciar por variables que no tienen verdadera relevancia. Es productivo permanecer inconmovibles para utilizar libremente todo nuestro poder mental y así encontrar una solución óptima.

Puedo decir que adquiero madurez anímica cuando me convierto en una persona con ánimo invariable ya sea porque con mis variables internas equiparo las externas o porque mi fuerza de voluntad es más fuerte que cualquier tendencia pasajera interna.

Al recibir un estímulo externo desencadenante de un cambio de ánimo se deberían activan los mecanismos de defensas estabilizadores. Los cuales, a medida que crecemos, sería conveniente  entrenar y reforzar. Esto no quiere decir que tengo que “soportar el mal trago” y simular que todo está bien sino que implica el saber actuar pertinentemente de la mejor manera ¿Cómo lo logro? Yendo al qué del asunto y dejar en segundo plano al cómo, es decir, la forma de expresar el qué.

Tenemos que tener muy presente la importancia del silencio consciente y la calma analítica a la hora de una confrontación. La aplicación de estos instrumentos garantiza mayor productividad y aprovechamiento del intercambio de ideas. Apuntemos a lograr un discurso totalmente limpio de emociones inmaduras o tintes poco relevantes y a evolucionar de forma tal que nos permita filtrar el cómo del mensaje. Esto facilitará la resolución de problemas, contribuirá al ahorro de tiempo en las discusiones y proporcionará aún mayor flexibilidad y tolerancia a las relaciones interpersonales. De nuestra parte tratemos de relajar nuestro orgullo hasta un estadio flexible y adaptable a los modos de cada persona; y madurar nuestra susceptibilidad hasta tener una sensibilidad razonada y considerada hacia los demás.

¿Qué pasa cuando estamos en esos malos días con tendencia interna a la inestabilidad?

En estos casos se debería poner en práctica la fuerza de voluntad; a la cual defino como el conjunto de acciones interiores que aplico para obligarme a mí mismo a hacer algo que no me gusta o me cuesta hacer.

Entonces tendríamos dos fuerzas internas opuestas; una tendiente al desequilibrio anímico y la otra a la re estabilización. El estado resultante estará del lado más fuerte y por eso es tan importante el adiestramiento de la fuerza de voluntad.

Ejercitemos esa voluntad para ser manejados por la razón más que por nuestros instintos, esa fuerza que logra una coherencia racional detrás de nuestras conductas y así poder realizar nuestros quehaceres diarios a pesar de cualquier impedimento interno. La fuerza de voluntad es entonces una poderosa herramienta que acompaña a la razón, ya que por medio de ella la razón puede accionarse.

¡Basta de gente que no puede controlase a sí misma! ¡Basta de gente susceptible y de ánimo frágil! Empecemos por desdramatizar las cosas, minimizar las situaciones que desencadenan en nosotros una cascada de emociones contraproducentes y por relajar nuestro orgullo. Aprendamos a vivir en función de nuestro entorno más que de nosotros mismos y a identificar los momentos en que el ceder no compromete mi orgullo e identidad.