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No soy el unico loco:

jueves, 18 de mayo de 2023

LA SALUD PUBLICA SE MUERE, DESPIERTENSE POR FAVOR

Mi nombre es Juan José Latorre, soy médico recibido en la UNICEN, especializado en Pediatría y actualmente Jefe de Residentes de Pediatría por segundo año consecutivo en el Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil Don Victorio Tetamanti de Mar del Plata. Si bien no es una novedad que la crisis constituye una parte indeleble de la idiosincrasia del sistema público, esta vez es más profunda. Estamos fracturados. Durante meses se elevó en reiteradas oportunidades la situación a toda instancia superior. Finalmente entendí. Nadie tiene interés de hacerse cargo de esta crisis.

 

Comencé a ser consciente de la “situación numérica” hospitalaria cuando atravesé la jefatura. Números de guardias, números de médicos, médicos por servicio, cantidad de personal de vacaciones o licencia, médicos próximos a jubilarse, indicador tiempo de atención por paciente, giro-cama. Todos son números. Y cada situación suma o resta. El problema de N es una constante. La falta de recurso humano. Tanto en el sistema de residencias médicas como en el sistema de planta permanente. Menor cantidad a lo óptimo implica peores indicadores. Menor cantidad de médicos por guardia, menor cantidad de médicos por sector, menor capacidad y margen para programar vacaciones y solucionar licencias extraordinarias. “Menor cantidad de cartas”. Nuevamente, cada situación suma o resta.

 

Históricamente fueron los médicos residentes quienes sostuvieron la salud pública. Es una cuestión de contrato y carga horaria. El contrato de 36 horas a la semana de la planta contra el contrato de residentes que en su momento involucraba hasta más de 100 horas semanales de trabajo hospitalario. En ese momento la mayor carga horaria recaía en el sistema de residencias médicas. Aún sigue siéndolo pero en menor medida.

 

En este marco, la lucha de los residentes a nivel país continuaba en pié. Se reclamaba condiciones dignas. Reducción horaria. Aportes previsionales. Mejora salarial. Entre otros derechos. En mi primer ciclo de jefatura comenzamos la redacción de un nuevo reglamento. Dividido en ejes temáticos, se discutía en mesas técnicas con representantes médicos y no médicos. Se planteó la reducción de la guardia de 24 a 12 horas de corrido y mantener la cantidad mensual de 8 guardias.

Es decir, se pretendía pasar de 8 guardias de 24 horas al mes, a 8 guardias de 12 horas. Claro, los médicos a nivel general no se involucran en gestión. No nos interesa ni entendemos. Entonces, durante la redacción, éramos muy pocos los que entendíamos y muchas veces nos tocaba discutir puntos clave y constitucionales del sistema. Discutíamos y por supuesto perdíamos frente a la mayoría.

El reglamento es excelente, que no se malinterprete. Pero en nuestro medio es inaplicable. Se reduce la carga horaria a la mitad de la mayor cantidad del personal hospitalario. Excelentes los derechos laborales, pero hay una cuestión matemática básica. ¿Quién va a cubrir las horas que ya no van a trabajar los residentes? Y este fue apenas uno de los ítems discutidos. El reglamento era tan utópico que temí por su aplicación. Finalmente se elevó al Ministerio el borrador final.

 

Era una obviedad que nadie en su sano juicio firmaría un reglamento así. Un reglamento semejante involucraría el final de la salud pública en contexto de una comunidad profesional que ya no elige al sistema público para desempeñarse asistencialmente. Pero qué pasó. Sin prurito y en el contexto de gobernantes que no tienen calculadora ni analizan balances un día nos despertamos y por motivo de peleas entre provincia y ciudad de Buenos Aires se aprobó el famoso reglamento. Nadie corrigió una coma.

 

Los residentes de provincia saltaban de la alegría, igual que los del gremio quienes aprovechaban el momento para sumar afiliaciones. Las plantas no salían de su asombro. Solo una pequeña minoría simplemente no entendía. A mí me generó un desastre de números en la cabeza.

 

Rápidamente empecé a reprogramar los cronogramas de guardias del mes e hice números. No solo de la parte de la residencia sino de la parte de planta. Por parte de la residencia reestructuramos el horario, se extendió lo asistencial, se establecieron grupos de apoyo en los lugares más desprovistos y generamos un plan de contingencia. A toda la residencia se le pidió el favor de darle tiempo al sistema para la reestructuración de la planta. Pero la euforia “momentista” era insostenible. Salvo contados iluminados, la amplia mayoría quería cambios inmediatos. Y teníamos al gremio que inconscientemente alimentaba ansiedades por detrás. “No es tu problema Juanjo, es problema del director y del sistema de planta” era la respuesta de ellos. Todos festejaban felices como si de un día al otro fuesen a aparecer mágicamente las soluciones y condiciones necesarias para su aplicación. Se necesitaba una transición ordenada de por los menos un par de años. Ir disminuyendo el número de horas de trabajo de residentes a medida que se fortalecía un proyecto de ingreso a planta permanente de médicos que puedan solventar esas horas. Pero como es habitual, no hubo plan.

 

Hay unidades de residencias que eligieron seguir con el antiguo reglamento porque cumplirlo involucraba el cierre del servicio. Efectivamente es inaplicable. Nosotros con mucho esfuerzo acordamos lo siguiente: “haremos unos días más el esquema de 8 guardias de 24 horas y de a poco iremos llegando al objetivo de 8 de 12 horas”. Pero inmediatamente posterior a ese trato hicieron aparición histórica en el hospital referentes disciplinares de la residencia a nivel provincial a decirnos que la implementación era ayer, no mañana. “¿Cómo que transición progresiva? ¿Quieren tener problemas con el Gobernador y con Ministerio?”. Desesperadamente les mostraba números: esquema de guardias, esquemas de personal por área. Era como hablar con una estatua. Respondía con magia a los argumentos numéricos. NO DAN LOS NÚMEROS. “Juanjo estás muy negativo, los residentes no pueden escucharte decir estas cosas porque se van a querer ir del hospital”. No es una cuestión de negatividad, de ideología política o de humor. ¡Son números!

Horas posteriores hicieron acto de presencia los dirigentes de la Sociedad Argentina de Pediatría a nivel nacional. ¿Qué aportaron? Más presión y magia. Los residentes saltaban extasiados y agradecidos. ¡Que se implemente ya! Se implementó.

 

Esto que relato ocurrió en noviembre-diciembre del 2022. Había una realidad, todos estaban contentos menos una pequeña minoría. Decidí dudar de mi propio criterio y dejar pasar el tiempo. Pero lamentablemente duró poco el jolgorio y en paralelo comenzaron las “sorpresas”. “No se puede trabajar así”, “que alguien haga algo por favor”. Profesionales llorando. Licencias por estrés laboral. Amenazas de renuncia. Reuniones y asambleas gremiales y no gremiales. La situación nos pasó por encima.

 

Los médicos que nos desempeñamos en el hospital lo hacemos porque lo amamos. Somos “intrahospitalarios” y nos llena de orgullo. Es habitual escuchar que la gente dice “el materno es lo mejor que hay”. Hoy nos duele el corazón. Creemos en la salud pública digna por eso seguimos. Pero esto ya no es la salud pública como la conocimos. Es más bien un relato fantasioso que constantemente compromete un poquito más su calidad de atención. Y en silencio los que trabajamos dentro nos estamos desinflando y agotando. Estamos implosionando.

Hace unas semanas le pregunté a un médico de la gestión: ¿Cuánto falta para que alguien le ponga un freno a esto? Su respuesta fue tajante: “el freno es de abajo hacia arriba, no esperes un freno de arriba”. Esas palabras me despertaron y me dieron fuerza. Basta.

 

Este problema es común al sistema de residencias y el sistema de planta permanente, de todas las profesiones de salud. Hace foco en algunas especialidades críticas, en nuestro caso la pediatría. Hay una situación similar en el Hospital Interzonal Dr. José Penna de Bahía Blanca que cerró hace unas semanas su guardia de demanda espontánea de pediatría. También el Hospital Sor María Ludovica de La Plata. Hospital provincial de referencia que se vió obligado a reducir el 40% de sus camas de internación. Hace un mes publicaron una solicitada en un diario local “el hospital de niños agoniza”. Le pedían al Sr. gobernador Kicillof y al Ministro de Salud Kreplak que los reciban. Sin obtener respuestas decidieron avanzar y comenzaron a hablar en los noticieros nacionales.

Finalmente el Gobernador y el Ministro anunciaron medidas: plus salarial, becas, bonificación del título universitario y puestos garantizados en planta para residentes; y para los plantas: aumento salarial y el puesto de 48 horas con dedicación exclusiva. “Hoy estamos dando un paso cuyos frutos se van a observar en los próximos años”. Es tal la desconexión con la realidad que lo anunciaban como gran solución. Ya en esta instancia no se pueden pensar soluciones a futuro. El incendio es hoy. Se necesita agua hoy.

A los días los profesionales del Ludovica redoblaron el pedido de auxilio, enviaron una carta abierta: “Necesitamos el apoyo de la provincia, necesitamos de su presencia. Necesitamos que nos reciba”. Valientes son los que se animan a hablar en este contexto. Teniendo en cuenta que los que gobiernan DICEN una cosa en su relato oficial, pero lo que HACEN es anti salud pública y atenta contra la vida de los pacientes. Es valentía pero también es integridad y actitud de defensa. Es valentía pero también son principios. Principios que hoy tanto escasean.

Nosotros en Mar del Plata al ser el único hospital pediátrico de la ciudad, no podemos tomar las medidas de reducir camas o cerrar guardias. Y tenemos tan dividido el sistema político de salud entre provincia y municipio que es imposible el simple hecho de sentarse a plantear soluciones articuladas para nuestra población en común. Otra no sorpresa, la política complica más de lo que facilita. Qué gran cáncer es la política en Argentina. Lo repito. ¡Qué gran cáncer es la política en Argentina!

 

Esto se convirtió en un dilema ético que pocos se animan a hablar. Y es claro el desinterés por sincerar la situación. Se prefiere mantener el circo.

Pero todo tiene un límite y afortunadamente fui capaz de encontrar el mío. Decidí finalizar mi compromiso con el hospital. Continuar involucra comprometer lo que juré al recibirme de médico. Me niego a ir en contra de eso.

Enlutado reflexiono, ¿Hay algún adulto responsable en la dirección del sistema de residencias? ¿Hay algún adulto responsable en Ministerio? ¿Hay algún adulto responsable en la gobernación? ¿Hay algún adulto responsable dirigiendo la salud pública argentina?

 

La salud pública se muere. Pedí auxilio durante mucho tiempo. Hoy ya no pido más nada.

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