Personalmente
vivo mi vida como si no tuviese una edad determinada. No me dejo influir por la
falacia popular de “eso es de chicos” o “sos demasiado chico/grande para…”, sin
entrar en la aún más fácilmente refutable “esto hacen los nenes y esto las
nenas”. Me resulta poco real la separación de actividades por edades. Tampoco
entiendo mucho qué es lo que se descarta o confirma cuando alguien te dice su
edad.
Me gusta
hacer lo que me gusta y no me siento más o menos niño o adulto por comprar
plastilina para modelar algo, por pasarme una tarde dibujando inventos, por
estar todo el día sentado estudiando para rendir un examen o escribiendo alguna
opinión.
Me doy
cuenta que las edades y lo que representan son otras de las falacias populares
que pretenden clasificar a las personas. Tal vez sea útil en algunas áreas,
pero cada vez más dimensiono sus falencias para discriminar “madurez” o
experiencias vividas. ¿Cómo se supone se debe comportar alguien de 20 años y
alguien de 35? ¿Cómo se supone que ambos deban vestirse y hablar? ¿Qué deben
pensar? ¿Qué les debe gustar? ¿Cuál de los dos puede reírse más?
Definitivamente
la edad es mental. Considero “adulto” a alguien que puede seguir una charla, que
puede elaborar pensamientos y comunicarlos. Considero niño a alguien que puede
sorprenderme con su creatividad y espontaneidad, y está abierto a todo cual esponja,
totalmente libre de prejuicios y preconceptos. Y considero “pendejo” a aquella
persona que todavía le faltan muchos golpes para lograr descubrir quién es, qué
le gusta y hacia dónde va, y erradicar su necesidad de inventar problemas.
Uno
puede ser niño, adolescente o adulto independientemente de la edad… incluso
puede ser los tres en un solo día.
¡Cuánta
gente nació vieja! ¡Cuántos adultos se quedaron trabados en la adolescencia! ¡Cuánta
gente vivió 40 años de balde! ¡Cuánta gente hay que no se explica cómo es que
llegó a “adulta”! ¡Cuántos niños nos sorprenden por sus razonamientos, su
madurez y reacciones! ¡Cuán evidente es que la edad es lo que nosotros
decidimos hacer de esos años y no lo que el número nos determina!
Tengan
cuidado… porque las edades engañan más de lo que pensamos.
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