Hay
una gran diferencia entre las personas que alguna vez en su vida hicieron algo
y los que no. Aquellos que sintieron primero la iniciativa de armar algo de la
nada y luego la responsabilidad y perseverancia de hacerlo funcionar tienen una
actitud superadora y sensible que nadie más alcanza. Distinto es cuando uno
vive de la tercerización, o cuando hereda un “imperio” o un “circo armado” o cuando
siempre vivió de un sueldo. Es distinto porque ahí no hay una iniciativa
creadora; lo primero no fue la curiosidad y la valentía de aventurarse a lo
nuevo, sino que en esos casos lo primero fue la sumisión de seguir pasos,
acatar órdenes, salvarse el mes y “llenar zapatos”.
¡Cuánta
gente se gana la vida sin “el sudor de la frente”! ¡Cuánta gente vive toda una
vida carente de iniciativa personal! ¡Cuánta gente se hizo dependiente de
organismos que les respondan las preguntas! ¡Cuánta gente, cual mascotas,
necesitan órdenes de organismos superiores y también el posterior aplauso de
aprobación cuando las cumplen!
La
diferencia se hace evidente cuando tienen que juzgar u opinar sobre algo (en
ninguna situación quedamos más expuestos que cuando tenemos que utilizar
criterios para realizar un juicio, todas nuestras herramientas y aberturas o estrecheces
salen a la luz). Los “doers” al mirar algo, trascienden el objeto y aprecian lo
que no se ve, ven y valoran el esfuerzo, las ideas, las ganas, la fortaleza, el
valor, el trabajo… ven lo invisible. Y al estar acostumbrados al hacer, sus
opiniones siempre estarán orientadas a construir; bien recibidas, sus opiniones
pueden edificar mucho. Los doers, sin importar el rubro en el cual se
desempeñen, entienden la realidad como un todo, y es por eso que siempre algo,
sea poco o mucho, pueden aportar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario