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No soy el unico loco:

martes, 28 de diciembre de 2010

RESENTIMIENTO

A lo largo de la vida nos toca vivir situaciones que si bien pueden ayudarnos a seguir adelante también pueden ocasionarnos trabas cognitivas con puentes recurrentes hacia el error.



Defino al resentimiento como el dolor sostenido en el tiempo, por incapacidad de elaborarlo, ocasionado por alguna situación concreta. El dolor no procesado sabe a injusticia y la magnitud de esta trae aparejado el rencor (resentimiento arraigado y obstinado) que desencadena alguna reacción reivindicadora o de venganza.

En ciertas ocasiones el resentimiento puede nacer a partir de una conducta ajena en respuesta a una acción o característica propia y esto puede llevar a la generalización de dicha conducta en la sociedad total. Esta suposición de que toda la sociedad, ante determinada actitud o característica mía, actuará de la misma forma conlleva a una secuencia de pensamientos, sentimientos y accionares equivocados y en discordancia con la realidad y nos convierten en acomplejados (personas que poseen una combinación de tendencias, emociones e ideas subconscientes que influyen inhibitoriamente en su personalidad y accionar).

Quiero hacer una diferencia entre los cuatro mundos que nuestra mente puede confundir: el mundo utópico, el mundo real, el mundo subjetivo y el mundo viable.

El mundo utópico es todo lo que creemos que el mundo debe ser. El mundo real es exterior a nosotros, la realidad pura sin ningún tipo de subjetividad que la desglose. El mundo subjetivo es todo lo que nosotros pensamos que es; invoca a nuestra forma de ver al mundo y todo lo que ponemos en práctica a la hora de la interpretación. El mundo de lo posible involucra todo lo que es posible hacer o cambiar del mundo real.

Siempre es bueno identificar el mundo al cual nos referimos para evitar malos entendidos, darle realidad a nuestro discurso, magnificar y ubicar nuestras opiniones y pensamientos.

Luego de vivir una situación que atenta con resentirnos, es un error muy frecuente confundir el mundo subjetivo con el real y más precisamente confundir las suposiciones con la realidad (creer lo que suponemos). Esto es un arma de doble filo ya que esa conjetura puede ser fidedigna como engañosa.

Las opiniones que hacemos basados en suposiciones defectuosas no hacen más que crearnos dificultades. Las opiniones que tenemos de los demás crear prejuicios, las opiniones que pensamos que los demás tienen de nosotros generan desconfianza o malentendidos y la opinión que tenemos de nosotros mismos es disparador de problemas. Entonces, es importante ser cuidadoso con la visión de la realidad ya que una mala interpretación puede conducir a una cadena de cogniciones no coherentes con la realidad.

Las suposiciones y posteriores opiniones deben estar sujetas a la realidad y estar expectantes a los constantes cambios que experimenta (realidad actualizada). Cuando no somos conscientes de los cambios sociales, la acción que provocó en nosotros dolor vuelve a repetirse pero no desencadenada por factores externos sino por la formación de puentes cognitivos internos que recurren a ese sentir y nos convierte en resentidos. Tal vez si nos ponemos a pensar en aquella acción que nos trajo tantos problemas nos damos cuenta que fue una pavada, tal vez viéndola desde un momento distinto de nuestra historia podemos dejarla atrás y superarla, tal vez evaluándola con mayor madures podemos hasta reírnos de ella y seguir adelante.

Tratemos de ajustar cada día más nuestras herramientas de percepción para eliminar lo más posible el error y llegar a la excelencia de percepción en la cual la interpretación sea tan amplia y razonable como la realidad.

Obliguémonos a poner en tela de juicio nuestras propias suposiciones, destruyámoslas a la luz de nuestra mejor arma: la razón. Perdamos el orgullo y desacreditémonos a nosotros mismos, bombardeemos nuestras opiniones de  todos los puntos posibles para descubrir las bases de ellas y clasificarlas (orientación personal, marco teórico, vivencias personales, cultura, etc.) para comprender mejor la raíz de nuestras formas de apreciación personal.

Cuando no evaluamos nuestras suposiciones nos convertimos en víctimas de nuestro pasado. Y la auto victimización nos cierra a todo el campo de posibilidades y nuevas formas que el cambio constante de la sociedad mundial nos ofrece.

No nos quedemos estancados en ese recuerdo que no nos permite avanzar. A ese evento desafortunado debemos fragmentarlo y racionalizarlo. Tenemos que esforzarnos por entender qué paso, respondernos todos los por qué existentes, adjudicarnos las culpas que correspondan y sobretodo aprender de ese suceso.

Nadie puede evitar que nos ocurran este tipo de eventos. Nadie puede evitar que nos resintamos. Pero lo que sí podemos hacer es elaborar ese resentimiento de forma tal que nos haga más fuertes y racionales. Usemos todo nuestro poder mental para trasformar algo malo en un beneficio permanente para en nuestra vida. Si bien el dolor tiene una connotación triste también tiene un potencial benéfico que puede ser utilizado para transformarnos. Pensemos en el dolor como un recurso fundamental para nuestra maduración y felicidad y no dejemos de utilizarlo para nuestro bien.

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