Hoy en día los
cementerios son como un barrio de mini edificios de aspecto gótico cuyo sentido
no encuentro. Ir a “visitar” determinada tumba y llevar flores que quedan allí
hasta marchitarse… siento que es como llevarle muerte a la muerte.
Cuando yo me muera
quiero que planten un árbol (un ginkgo biloba) y que todos aquellos con ganas
de “ir a visitarme” vayan con una regadera a regarlo.
Si por cada muerto
se plantara un árbol y sus familiares se encargasen de cuidarlo, los
cementerios serían los pulmones de las ciudades y no los lúgubres lugares en
que se han convertido. Donde hay muerte habría un gran símbolo de vida que da
esperanza y el sentido de perpetuación.
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