Con mucho pesar veo en la comunidad médica un grupo de profesionales muy instruidos, pero poco capacitados en trabajo en equipo con pocas herramientas comunicacionales y poco sentido de pertenencia y del cuidado de pares.
Tal vez por falencias de la facultad, tal vez por malentender
el ser competente, o tal vez por el intento desmedido en ocultar el propio fracaso
es que a lo largo de la carrera y la vida profesional paulatinamente uno
compromete sus ideales y espíritu de servicio en detrimento de la calidad de
vida del profesional mismo.
Sospecho que algo no funciona correctamente en el camino de
formación. Algún error se debe estar cometiendo en el proceso de desarrollo de
personas que eligen una profesión por deseo propio y también una especialidad,
y terminan desempeñándola sin que les produzca felicidad y satisfacción.
Invocando al pensamiento de Sarmiento: “todos los problemas son problemas de
educación” es que afirmo que el problema está en el recorrido de formación de
profesionales.
En la práctica diaria puedo afirmar que el modelo que uno más
ve y por imitación le es más fácil copiar es el modelo de la queja y las no
propuestas, el de la opinión sin acción, el de la crítica sin amor y el de los
resultados sin sacrificio. Y una vez que uno cae en ese modelo es muy difícil
salir de él.
Por supuesto que este es un problema muy general, casi
inherente a la raza humana, invisible pero muy presente en la realidad de todo
profesional. Pero no por eso menor. La medicina está en crisis porque vemos a
la profesión como una excusa para recibir beneficios con poco sacrificio en vez
de ver en ella una vocación de servicio que sirve al medio donde nos
desempeñamos.
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