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No soy el unico loco:

martes, 10 de abril de 2018

TP Derechos Humanos


Se nos pedía que hablemos de problemáticas que habíamos experimentado como significativas en la vida del residente.


Muchas veces sentí que la exigencia de la residencia, la enorme carga horaria y pretensiones sobre compromiso del residente, no eran hacia el paciente y para mantener viva la humanidad del residente, sino que se exigía compromiso hacia la burocracia médica, hacia el papel. Es decir, no interesaba la relación que pudieses lograr con el pacientito y su familia sino que importaba que terminaras de escribir todas las historias y firmes todos los egresos hospitalarios en tiempo y forma. Ningún superior reta porque no lograste una buena relación con el paciente, ni te aconseja de qué forma lograrlo ni te brinda estrategias; pero sí te retan cuando demorás más de lo esperado en la realización de todo el “pepelerío” hospitalario. Sos un buen residente cuando sos rápido, no cuando sos humano.

Otra cosa que no deja de llamarme la atención es la gran cantidad de formas que hay de hacer las cosas, todo tiene una liturgia propia. Desde la forma en que se escriben las enfermedades actuales en la historia clínica, hasta la forma en que se habla con los padres. Todo parece salido de un protocolo que no deja un mínimo lugar a la creatividad y personalidad propia de cada residente. Visto desde afuera pareciera como si al entrar a la residencia uno va perdiendo personalidad, va perdiendo particularidades y singularidades, para homogeneizarse con el resto. Finalmente, el cómo se habla, el cómo se escribe y el cómo se mueve uno termina siendo indistinto de cada residente, nos convertimos en masa. Y vale aclarar que no me refiero a normas y protocolos de diagnóstico y tratamiento sino a los pasos que se siguen a la hora de completar algún documento médico o dirigirnos a los padres o pares. Me parece que un sistema que no respeta, incentiva y hasta fomenta la creatividad de sus integrantes es un sistema que falla y se pierde de muchas oportunidades.

PARADOJA EXISTENCIAL



Entro a clases de teatro y soy natural, entro a la vida cotidiana y tengo que actuar

En clases de teatro se nos estimula a ser naturales, espontáneos, se nos incentiva a explorar, a movernos por impulsos y jugar. Personalmente me conecta con lo vivencial, con lo orgánico, con lo transparente y esencial, con todo un mundo de posibilidades e imaginación. Se nos enseña a mirar a los ojos y a hacer lo que sentimos sin filtrarnos. Se nos enseña a conectar sin etiquetas ni juicios. Se nos devuelve la desinhibición y nos llena de herramientas para relacionarnos con los demás, para trabajar en grupo con las individualidades de cada uno.
En ese contexto siempre está todo bien.


Lo contradictorio es que cuando salgo de teatro y entro a lo cotidiano (al hospital, al trabajo, a la vida general) tengo que tener cuidado de lo que digo porque todo será puesto en tela de juicio, tergiversado y malinterpretado; tengo que poner especial foco en el cómo digo las cosas porque se pueden escudar en ello para desacreditar el qué; siempre hay que ocultar algunos datos porque todo puede y será usado en tu contra, todo lo que sepan de vos te será echado en cara. Uno no puede reírse mucho porque se pierde autoridad frente a los pacientes, no hay que ser simpático ni cálido, hay que fingir seriedad y distancia. No se puede ser muy feliz porque generás envidia, no se puede decir una opinión porque se te tratará de quejoso. Nada nunca está bien, siempre hay motivos para ser retado y visto con malos ojos, nunca hay motivos para celebrar (aunque siempre hay motivos para emborracharse, que pareciera ser la única forma que tiene el adulto de ser feliz). Se desaconseja la naturalidad y lo espontáneo ya que está inmensamente relacionado al error y lo poco serio. Nadie habla de frente sino que simulan en tu cara sonrisas que se convierten en cuchillos cuando estás de espalda. De todos hay que desconfiar, nunca sabés cómo son los demás hasta que te decepcionan, todos hablan de todos sin realmente saber mucho. De todos lados tratan de amoldarte, inhibirte y restringirte. Te llenan de corazas, armaduras y armas.

Es decir… demasiado drama, demasiada histeria, demasiado “carajo mental”, demasiado hay que actuar para aprender a vivir en sociedad.

martes, 3 de abril de 2018

¿CÓMO ES QUE LLEGARON A ADULTOS?


Muchas veces en mi vida, y cada vez más frecuentemente, me he topado con gente “adulta” que me ha inspirado esta pregunta.  
Un adulto que es incapaz de ofrecer una charla interesante, que carece de la inteligencia suficiente para aportarte pensamientos que te dejen pensando. Un adulto que tiene falta de coherencia, es decir, que dice una cosa pero hace otra; un adulto que no conoce la pasión, que no se levanta todas las mañanas con ganas para hacer lo que le hace feliz, un adulto que no es capaz de transmitir amor por lo que hace a los demás, un adulto que se deja gobernar por la hormona del día o se deja abrumar por los problemas, que no fluye en el día a día, que problematiza más de lo que soluciona. Un adulto que no sabe quién es, qué le gusta, qué lo llena; en mi opinión es un adulto que llegó a la adultez sin madurez.

Predominan en amplia mayoría los adultos sin madurez, predomina en amplia mayoría los adultos que son una decepción (¿será que cuando chicos no jugaron lo suficiente, no exploraron lo suficiente?). Tal vez será por eso que considero una mala palabra, un insulto, un descalificativo “ser adulto”. Muchos confunden u homologan los términos “adultez” con “madurez”… ojalá así fuese pero lamentablemente no lo es.

No dejo de preguntarme cuán diferente sería el mundo si predominasen los adultos que no son una decepción, y con esto no me refiero a adultos perfectos. Adultos con capacidad de reconocer errores, que simplemente estén a la altura de lo que dicen, mandan o esperan de los demás, adultos que se desempeñen todos los días en actividades que les provoquen pasión, adultos con capacidad de contagiar ese amor, esa pasión que sienten, adultos interesantes, abiertos al cambio, la creatividad y las sorpresas del día a día, adultos que hayan superado el rencor, la envidia, la frustración, el odio; adultos simples (no superficiales) con capacidad de profundizar, adultos abiertos a jugar. Eso es un adulto para mí.
Entonces el modelo predominante de adulto termina recurriendo a complejizar y enroscar cosas simples para simular madurez o inteligencia; así es como devalúan su credibilidad, el concepto de autoridad, fomentan la rebeldía y pensamientos negativos innecesarios por parte de los que tienen a su cargo. Su falta de juego y exploración les robó su capacidad de profundizar y reflexionar, les robó su capacidad de permanecer abiertos y fluir. Y de ahí nacen los problemas. Cuán diferente sería la infancia de hoy en día si hubiese padres realmente adultos, ¡cuán diferente sería la adolescencia!; cuán diferente serían los empleados si hubiesen jefes así; cuán diferente sería el mundo si las autoridades (maestros, policías, políticos, etc.) fuesen este tipo de adultos.