Este año intentamos hilar una temática motivadora
y reflexiva; hicimos foco sobre las cualidades y parámetros utilizados por el
sistema para medir a los estudiantes y expusimos algunos ejemplos de la casi
interminable lista de “mediocres” que en realidad no lo fueron.
Nuestra intención no fue la de bombardear la
excelencia académica, sino la de sacarla del podio creado por el imaginario
social. El imaginario que tanto daño le hace a la realidad y la sociedad toda.
Paralelo, abordamos el concepto del “sentido
común” y la gran impronta paradigmática, y por lo tanto sesgada que tiene. El
sentido común es común dentro de un contexto socio-cultural e individual. Cada
uno tiene que definir qué es común para sí y no ser engañado por la mayoría conceptual del “sentido común”. Hitler
justificó las mayores aberraciones en el nombre del sentido común, así como
también la Iglesia Católica mutiló, quemó y torturó a mayor cantidad de gente
que las dos guerras mundiales juntas, en el mismo nombre. Claramente el
“sentido común” y el imaginario social son herramientas de manipulación que no
hacen más que daño y causar dolor… eso es lo que nos muestra la historia.
Creemos que el error está en abreviar la
evaluación cuando se habla de cosas que “se desprenden del sentido común”, porque
la verdad es que pocas veces la realidad obedece a la ley del 2+2 es 4. El
título no hace a nadie más o menos persona; de hecho, según el común pensar de
los educadores de vanguardia, el título evidencia la exposición que ha tenido
una persona a experiencias deshumanizantes durante su paso por el sistema
educativo. Y esta postura queda irrefutablemente demostrada en los “frutos” del
mismo sistema.
A nivel mundial, el porcentaje de gente
universitaria representa menos del 1%. Es decir que la minoría más pequeña
tiene el privilegio de estudiar y tener la experiencia de una educación
superior. A su vez, de este 1% universitario, y centrándonos en la fracción que
se dedica a la investigación, la mitad de ellos (el 50% de los científicos) son
empleados por la industria de armas. Y el resto de los universitarios que tienen
la “suerte” de no ser comprados para estos fines terroristas, son comprados por
la industria farmacéutica y tantas otras industrias poco felices para el mundo.
Finalmente, la gran mayoría de los que logran “salvarse” de toda esa impune “venta
de almas” se inclinan por el individualismo, el tener (tanto o más que aquellos
cuyos promedios y méritos académicos les permitieron obtener esos empleos anti
humanidad con sueldos “deluxe”) y hacer la vista gorda a la realidad social.
Es decir que hay algo en el proceso de
“producción” de universitarios que no está del todo bien. Hay algo en la
educación y en la casa del conocimiento que no está funcionando; o está
funcionando para el lado del mal.
Todo esto es muy paradójico ya que en realidad, el
verdadero conocimiento humaniza, da humildad, nos ubica en la condición real que
tenemos, la del desconocimiento e ignorancia de la mayoría de las cosas. El
verdadero conocimiento nos cambia, nos hace más humanos, menos egocéntricos y
dictatoriales, más receptivos y abiertos a la realidad.
Es por eso que miramos con desconfianza a la Universidad
ya que sus frutos patean más en contra que a favor.
Alguien instruido en lo más alto del conocimiento
humano no debería terminar fabricando armas, diseñando nuevas enfermedades o
nuevos medicamentos que en realidad son peores que los anteriores y arruinando
y agotando los recursos naturales del eco sistema.
¿Esta es la parte de la nazi teoría de la
evolución darwiniana en que las “razas superiores” exterminan a las inferiores?
Llamar a esto evolución es un insulto a la razón, jamás fue más evidente la
involución.
¿Quién es el responsable de la deshumanización de
la gente con títulos? ¿Quién o qué deshumanizó a los creadores de la bomba
atómica, o al que testea medicamentos en humanos sin ningún tipo de
consentimiento, o al que acepta coimas para votar en contra de leyes que
perjudican a las tabacaleras y benefician a la sociedad?
¿Nunca sentiste que tus propios compañeros ya no
son los mismos que cuando empezaron la carrera y que tal vez confundieron
madurar con deshumanizarse, con aprender a pisar cabezas o con entrar en el
juego de la competencia y la carencia de empatía?
Saliendo del tema de los frutos y volviendo al de
la educación, hay muchas características que son inconcebibles en una mente
universitaria. La facultad, lo mejor que puede hacer, independientemente de la
carrera, es abrirte la mente y romper las cadenas a todos los preconceptos de
tribuna y modos culturales. Alguien que estudia debe terminar con la cabeza
abierta, no cerrada. La educación libera. Si vos salís de la Universidad y no
tenés una mente abierta y creativa, ni tenés una sola cualidad propia del ser
humano como la solidaridad, la empatía y las ganas de transformar para mejor la
realidad, entonces hay algo que falló.
Toda educación que te cierra la cabeza o que no
alimenta a tu niño interior, no es educación real sino una atrofia
sistematizada y progresiva de alas.
Inconcebible es que una mente universitaria, una
mente que tuvo el privilegio y la oportunidad de acceder a la cúspide del
conocimiento humano, no esté abierto a la innovación, no cree cosas nuevas ni
utilice ese conocimiento para transformar su entorno.
Aquel que se cerró a la niñez por comprar ese combo
de imaginario social que cree en “el ser adulto y ser serio”, se perdió de lo
más grande que ofrece el saber: la libertad de las opciones diferentes y
creativas y la actitud de flexibilidad; eligió dejarse atrofiar por el sistema
y degradó su cerebro a uno sistematizado, rotulado y moldeado por todos los
defectos que hemos señalados del sistema educativo, por sus “apariencias
maduras y formales” y por sus “academicismos inútiles”.
Hay algo que claramente están haciendo mal
aquellos que dirigen la educación a nivel mundial. No es que todo está mal,
pero sí no se puede negar que hay una tendencia extraña a defender intereses no
tan transparentes ni explícitos, sino comprometedores y oscuros. El gran
problema es que la “industria productora de universitarios” genera gente instruida que
carece de lo más importante, carece de principios. Como el famoso médico Josef
Mengele, quien su falta de principios sigue causando asco y terror.
Gente así crean, profesionales amantes del dinero y el individualismo,
rápidos para el juego de egos, la lucha de poderes y habilidad de pisar cabezas
para escalar; profesionales que en el camino se olvidaron o tuvieron que dejar
de lado el valor de la solidaridad, el respeto, la humildad, la empatía, la
firmeza por los principios, la integridad y la fortaleza para luchar.
¡Gracias por leernos un año más!
Fin del juego.