…Ya entrando al editorial
cierre de la temática de 2013 de VOS Y VOTO, “Sufridos del Sistema”, nos
gustaría pasar en limpio algunos pensamientos y dejar conclusiones.
Cada mes pusimos ejemplos de
personajes que se inmortalizaron en la lucha por causa de sus principios y que
así pusieron en evidencia la corrupción del sistema y sus obvios errores. Estos
personajes, constituyen verdaderos ejemplos a seguir en el campo de la firmeza
bajo coerción.
La mayoría de ellos fueron
llevados presos, tuvieron que renunciar al disfrute de sus familias y fueron
privados incluso de su propia vida ya que murieron asesinados o en medio de la
lucha. Pero eso no les importó, siguieron adelante.
¿Qué grado de entrega
personal y convicción tuvieron que tener para donarlo todo a una causa que en un
primer momento no era más que una idea utópica, imposible y hasta ridícula? Hay
que notar que cuando ellos vieron que había otra realidad posible mucho mejor y
más lógica, en ese entonces era sólo una fantasía. Una fantasía que necesitaba
de alguien que le dedicara su vida para poder ser realidad. Una fantasía que
los apasionó de tal manera que incluso les hizo perder el miedo a morir por
ella.
Estos personajes, como los
que mencionamos a lo largo del año y como tantos otros que tuvimos que dejar
afuera, son los que nos hacen dar cuenta que nunca la mayoría tuvo razón. Y esa
filosofía de vida más la plena convicción en sus principios y creencias los
impulsó a luchar hasta la muerte y así cambiar al mundo.
Cuando se habla de
principios mucha gente ajena a algo tan profundo dice: “¿Y por qué no te dejás de joder y te hacés una transfusión de sangre y
dejás tus principios para después?”, “¿Por qué no aceptás la plata, hacés el
aborto, después cada uno por su lado y vos con el bolsillo contento?”, “¡Qué
ganas de tener problemas innecesarios que tenés vos!”, “Dejá tus egos de lado y
agachá la cabeza” y la lista podría seguir. Que chistoso sería hoy hacerle
alguna de esas preguntas a Gandhi: “Che
Gandhi, ¿por qué no te dejás de joder haciendo tanto problema por ayudar a esa
gente si vos podés estar cómodo, ejerciendo tu profesión y ganando plata,
viviendo bien y disfrutando a tu familia?”, o a Mandela: “Mirá cómo te va por ser tan cerrado en tu
lucha. ¿Por qué no pensás un poquito como la mayoría y dejás de sufrir? ¿Qué
preferís, seguir otra década en la cárcel o torcer el brazo y disfrutar de las
cosas simples como el resto de los hombres? ¿No querés disfrutar de tu familia
y de tu vida? Tu familia no se merece esto”. Gracias a Dios hay personas
que no “piensan” como la mayoría, gracias a Dios hay personas que piensan y no
se dejan engañar por la famosa ley del “mal menor”, lo que es más cómodo y lo
que me haga quedar bien con la mayor cantidad de gente posible. Si hay algo que
ellos nos enseñaron es que tener principios claros es un motivo de discordia;
no porque ellos fuesen los que chocaran sino porque los sistemas siempre
defectuosos están diseñados para pensar en masa y en forma estructurada, no en
lo que se puede hacer sino en lo que otros dicen resulta más o menos aceptable;
entonces el sistema ve como subversivos e insurrectos a gente que en realidad
está cambiando el paradigma dominante.
Menos mal Gandhi no pensó
como la mayoría, ni se “dejó de joder” porque si así lo hubiera hecho, hoy el
mundo sería un lugar peor. Sus experiencias nos muestran que mientras más duro,
dictatorial, absurdo e irrazonable fuera el sistema con ellos, más dejaban en
evidencia sus características decadentes ante la sociedad y más bien le hacían
a la causa de estos sufridos del sistema.
Luego de ellos es una falta
de respeto ver cualquier sistema humano sin sentir desconfianza y sin creer que
detrás de ellos hay mamarrachadas, estrechez mental y corrupción.
Ellos también nos enseñaron
que la subordinación al paradigma dominante es una forma de cerrar la mente, de
ser esclavos mentales del error de turno y que “la mayoría” no es más que una
forma de coerción psicológica para dominar las masas dominables; “la mayoría”
es una forma de opresión; “la mayoría” es un tipo de prisión.
¿Qué importa ir a la cárcel,
sufrir privaciones, ser calumniado y ser un sufrido del sistema si es en nombre
de una causa justa? Tal vez le damos demasiada importancia a lo que sentimos y
no tanta a lo que pensamos; tal vez le damos demasiada importancia al yo y no
tanta a las demás personas.
Y allí están estos
personajes que se preocuparon más por el bien social que por su propio bien,
que se preocuparon más por sus convicciones que por sus sufrimientos.
Claramente no hay virtud sin
sacrificio, no hay victoria sin lucha y dolor, ni dignidad sin principios.
Claramente, el mayor galardón humano no es un título, un doctorado, ni ningún
papelucho que cualquier sistema pueda
fabricar, sino que el mayor galardón de la humanidad es el ser portador de
principios, ser íntegro y ser un luchador hasta la muerte, contra quien sea,
por una causa justa.
¡Gracias a todos por leernos
un año más! ¡Hasta el año que viene!
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