La promiscuidad sexual como sinónimo de felicidad y éxito es uno de los mayores engaños vendidos hoy en día. Tal parece que un hombre es hombre a partir del acto sexual y mientras más frecuente sea y con la mayor diversidad posible de compañeras más posicionador resulta.
Entiendo al ser humano como un ser distinguido con la razón. Y por ello creo que en cada aspecto de la vida se debe hacer uso de ella para diferenciarse del resto de la vida presente en el planeta.
Sinceramente, no veo la diferencia entre el modelo de conducta sexual impuesto por la sociedad actual, en el cual el acto se lleva a cabo como consecuencia de una catarata de hormonas, y la conducta que manifiestan los animales cuando se encuentran en celo.
El sexo fuera de un marco de amor se convierte en no más que una patética y denigrante forma de actividad física que lejos de elevarnos desparrama partes especiales de nuestro ser.
¡Perder dignidad nunca fue mejor visto! Hoy en el siglo XXI vemos más que nunca la evolución indiscutible del hombre hacia una raza superior, el hombre como presa de sus propios deseos.
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No soy el unico loco:
domingo, 10 de abril de 2011
jueves, 7 de abril de 2011
JUICIO DE VALORES
Cada día parece más común esta práctica que, lejos de reflejar la realidad, invoca a la más enclenque subjetividad.
Me parece que el único ser que tiene el título de juez es Dios, ningún otro ser viviente posee ese derecho. Pero lo que sí nos compete como seres humanos es la identificación de características y rasgos, no así la calificación de correcto o erróneo.
Por ejemplo, si conocemos a una persona y, porque me ha hablado ásperamente y muy directamente muchas veces, decimos que es mala, estamos en serios problemas. Haciendo esta valoración sometemos el dictamen final al conjunto de características que a nosotros nos proyecta una “mala persona” ¿Es una mala persona por tener carácter fuerte?
Lo que en realidad está pasando es un choque de personalidades y por eso es bueno diferenciar nuestro juicio de “bueno o malo” con las características ajenas que combinan con nuestra personalidad y las que no. La gente con características que no encajan coherentemente con las nuestras no son gente mala o equivoca, simplemente son diferentes.
Brindar un juicio de grado tan elevado como lo es el juicio de valores, puede ser un arma de doble filo, especialmente para gente no capacitada para la tarea.
No quisiera estar en los zapatos de aquellos que se atreven a ponerse en el papel de jueces. “Con la vara que mides serás medido” o en otras palabras… ¡No escupas al techo!
Me parece que el único ser que tiene el título de juez es Dios, ningún otro ser viviente posee ese derecho. Pero lo que sí nos compete como seres humanos es la identificación de características y rasgos, no así la calificación de correcto o erróneo.
Por ejemplo, si conocemos a una persona y, porque me ha hablado ásperamente y muy directamente muchas veces, decimos que es mala, estamos en serios problemas. Haciendo esta valoración sometemos el dictamen final al conjunto de características que a nosotros nos proyecta una “mala persona” ¿Es una mala persona por tener carácter fuerte?
Lo que en realidad está pasando es un choque de personalidades y por eso es bueno diferenciar nuestro juicio de “bueno o malo” con las características ajenas que combinan con nuestra personalidad y las que no. La gente con características que no encajan coherentemente con las nuestras no son gente mala o equivoca, simplemente son diferentes.
Brindar un juicio de grado tan elevado como lo es el juicio de valores, puede ser un arma de doble filo, especialmente para gente no capacitada para la tarea.
No quisiera estar en los zapatos de aquellos que se atreven a ponerse en el papel de jueces. “Con la vara que mides serás medido” o en otras palabras… ¡No escupas al techo!
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