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No soy el unico loco:

miércoles, 5 de diciembre de 2018

CONSTRUIR VS. TRANSITAR


Dos adolescentes, recién graduados de la secundaria, se alistaron a tomar decisiones sobre cómo “comenzar” sus vidas.


Uno, pleno de energía, proyectos y ganas dijo: “-yo voy a construir”. Entonces tomó en sus manos herramientas: el pico, la pala, el martillo, el serrucho… lentamente fue llenándose de ellas. A la par compró materiales como arena, cal, madera, cerámicos, aberturas y todo cuanto podía. Día a día se esforzaba hasta el cansancio, construía y construía; cimientos amplios, muros anchos y altos, puertas, ventanas, pisos cada vez más altos, puentes. Cada día la construcción crecía.

El otro adolescente, pleno de energía, curiosidad y ganas dijo: “-yo voy a transitar”. Y a diferencia del anterior, no tomó en sus manos herramientas, él se hizo de accesorios. Es así como buscó una mochila y la llenó con algo de ropa, la cámara de fotos y elementos que tenía a la mano. Sin pensarlo mucho comenzó a transitar. Día a día recorría mucho, conocía gente, escuchaba opiniones distintas; pasó hambre, pasó frío, pasó calor, pasó miseria y lujo; a todo se abrió, todo probó, todo tactó, todo gustó, todo oyó, todo vió, todo experimentó.


Un día, al ambos cumplir 30 años decidieron hacer un balance; el que construyó todos esos años decidió hacer una pausa, y el que transitó todo ese tiempo decidió regresar.


Fue entonces cuando el que había estado transitando dijo: “-Mucho recorrí, mucho experimenté; se quién soy y quien no, se lo que me gusta y lo que no, se lo que necesito para vivir y lo que me hará feliz. Estoy en el momento ideal de comenzar a construir”.


El que por años se había esforzado y casi sin descanso había llegado a construir su grandeza, estando arriba de su edificio, sobre esos anchos y altos muros; observó cansado toda su obra. Se merecía descansar y transitar, era su momento de vivir y disfrutar. Pero amargamente, cayó a la realidad, toda esa energía y ganas que al principio lo caracterizaban no habían permanecido intactas. De pronto, como si alguien le sacara la venda de los ojos, entendió que su momento de transitar había pasado, ya no podía libremente transitar por el mundo y probar sus sabores, sus texturas, sus olores, sus temperaturas, sus luces y matices, sus colores; ya no podía libremente transitar sus caminos, experimentar las personas, sentir lo aleatorio que puede ser fluir sin rumbo; ya no podía libremente reconocerse a través de un libro, una charla, un momento, una persona, una mirada en algún lugar perdido del mundo siendo simplemente un mero anónimo. Tristemente entendió que ya no era tiempo de transitar sino que era su momento de mantener.

Penosamente, estando en la cima, volvió a ver esos muros anchos y altos, esos pisos imponentes, esas puertas y ventanas amplias, esos puentes, esos pasillos, toda su obra… y entendió que eso no era un imperio, tampoco un castillo, ni una casa… ya no parecía siquiera un hogar. Como quien mira por primera vez un lugar, vió una cárcel; un lugar sin salida pavimentado por el miedo a perderlo y no volverlo a recuperar.

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