No
es casualidad que ciertas personas tengan que mentir para ensuciarte. Por algo
será que no pueden hacerlo hablando verdades. Por otro lado, tampoco es
casualidad que los que andan por ahí tirando cizaña a tus espaldas (nunca de frente
porque no se la bancan) resulten ser personas odiadas por todos y reconocidos
como grandes mentirosos. Es muy evidente que no pueden hilar dos conversaciones
seguidas sin pisarse a sí mismo con las mentiras que dijeron en la anterior; ni
ellos ni sus secuaces que resultan ser iguales de patéticos a la hora de
acordarse sus propias mentiras para por lo menos disimular la decadencia.
Solitos
decantan todos porque cada uno se comporta y da según lo que es en su interior.
Unos ofrecen ayuda incondicional, apuntes, ideas y esfuerzo… otros ofrecen
cizaña, comentarios malintencionados, mentiras y trabas en el camino. Que los
actos de cada uno hablen por sí mismos, ni me gasto en defenderme.