Este
posteo va dedicado a todos aquellos que viven experiencias y hacen cosas
escudados en la infeliz falacia del “yo sí voy a tener qué contar cuando sea
grande”.
Este
concepto, viene de la mano de muchos equívocos que no hacen más que desesperarnos
en el tiempo para vivir experiencias apuradas y locas, obsesionarnos con la
juventud eterna y dar como hecho la infelicidad el día que termine el momento
de “vivir experiencias”.
Yo
a mis nietos, amigos y conocidos les contaré mis experiencias geniales de vida
que viví en la última semana.
Pienso
vivir tan intensamente, pienso hacer de cada una de mis semanas algo tan
enriquecedor que no me van a faltar cosas para contar. De todas formas, vivir
para contar es algo propio de esclavos y la vida es demasiado corta para andar
contando todo. Hay que vivir para cambiar, vivir para mejorar, vivir para
modificarse; contar o no contar es un detalle que no hace a la vida. Como si el
no contar hiciese menos vívida la experiencia.
Personalmente
vivo para cambiar y poder expresar esos cambios en opiniones, filosofía, formas
de ver la realidad y así, si se quiere, poder extasiar a nietos, amigos y
conocidos en profundidad y reflexión.
Las
mejores historias no se cuentan, sólo se viven y se disfrutan en privado; las
mejores historias son secretas. Las mejores experiencias permanecen vivas sólo
si se preservan vírgenes de opiniones y el desgaste del boca a boca.